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Channel: poesía – Luis Pescetti
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Niño se pregunta sobre antes y nuevo

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Monet: The red kerchief
La Luna, la Luna…
la miro y no sé
si nos vimos antes
o es primera vez.

Tu cara, tu cara…
la estudio pensando,
porque te conozco
y no sé de cuándo.

No todo lo nuevo
es desconocido,
de pronto algo tiene
sabor repetido.

Bien no me acuerdo
pero estoy seguro
que ya hubo un antes
y estuvimos juntos.

© 2013, Luis Pescetti


Currículum en tres colores

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del libro “Unidos contra Drácula”, Luis Pescetti; Loqueleo


Currículum en rojo

Luis Pescetti usa lapicera roja para subrayar los libros que lee
(y no lee ninguno sin subrayar algo).
Sabe que hubo un aviador que se llamó “Barón Rojo”.
Conoce las rosas, y tiene flores de salvia de color rojo.
Su propia sangre es roja
y escribió un libro con una variación sobre Caperucita Roja.

Currículum en azul

Luis Pescetti tiene ojos de color azul claro, y una remera azul oscuro.
El cielo que se observa desde el patio de su casa es de ese color, intenso.
Le gusta escribir con lapiceras azules y, de hecho, tiene una pluma fuente: azul.
Ha soñado consigo mismo volando,
algunas veces durante su niñez.
De grande toma aviones varias veces al año.
Estos aviones se sumergen en un azul profundo
que los rodea y baña, aunque desde la ventanilla no se note.

Currículum en verde

Luis Pescetti no es verde, no usa lapiceras verdes,
ni tiene nada en su cuerpo de ese color.
Ante las innumerables cartas que ha recibido sobre este tema,
así como las inexactas afirmaciones que se vertieron en la prensa,
sus abogados advierten a la comunidad que iniciarán las acciones legales pertinentes.
Toda la verdad sobre este tema la detalló él mismo en su libro autobiográfico:
“Siento descanso al regar las plantas”.

Próximas entregas:
Currículum en madera, Currículum en animales, currículum en amigos, currículum en acciones cotidianas, y el infaltable: “Currículum de siéntate enfrente mío y escribe mi currículum”.

 

Cambian ríos y montes (Matsuo Basho)

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Juncos de Tofu y monumento de Tsubobasho

Siguiendo el trazado del mapa que nos había hecho aquel pintor, llegamos al sendero de Oku. A un lado del sendero, cerca de la montaña, se hallan los juncos de Tofu. Nos contaron que los lugareños, todos los años, todavía tejen una estera y se la ofrecen como homenaje al Gobernador (*).

La estela (**) de Tsubo está en el castillo de Taka, en el valle de Ichikawa. Mide un poco más de seis shaku de largo y cerca de tres de ancho. A través del musgo que la cubre se distingue apenas una inscripción. Primero indica las distancias que hay desde este sitio hasta todas las fronteras y después dice: “Este castillo fue edificado en el primer año de Jinki (724) por el Inspector y Capitán General Azumaito Ohno y fue reconstruido en el sexto año de Tempyo-Hohji (762) por el Consejero de la Corte, Visitador y Capitán General Asakari Emi. Primer día de la decimosegunda luna”. Pertenece a la época del Emperador Shomu.”

Al visitar muchos lugares cantados en viejos poemas, casi siempre uno se encuentra con que las colinas se han achatado, los ríos han cambiado su curso, los caminos se desvían por otros parajes, las piedras están medio enterradas y se ven pimpollos en lugar de los árboles aquellos antiguos y venerables. El tiempo pasa y pasan las generaciones y nada, ni sus huellas, dura y es cierto.

Pero aquí los ojos contemplan con certeza los recuerdos de mil años y llega hasta nosotros el pensamiento de los hombres de entonces (y con mi propios ojos puedo penetrar en el corazón de los hombres de antaño). Premios de las peregrinaciones (méritos del viaje)… El placer de vivir me hizo olvidar el cansancio de tan larga caminata y casi me hizo llorar.

Matsuo Basho (1644-1694), Senda de Oku


(*) En una laguna que está en Tofu crecen unos juncos especiales. Los habitantes de este lugar tenían por costumbre tejer una estera que obsequiaban todos los años al señor de la región.

(**) Monumento conmemorativo que se erige sobre el suelo en forma de lápida, pedestal o cipo (RAE).

Nada reemplaza a pensar

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Nada reemplaza a pensar,
nada reemplaza a dejar de pensar y salir a caminar,
nada reemplaza a regresar de caminar y hablar con una persona amada,
nada reemplaza a dejar de hablar con ella y fundirse en un abrazo,
nada reemplaza a terminar el abrazo y preparar un plato,
nada reemplaza a terminar de cenar y disponerse a dormir,
nada reemplaza a despertarse y tomar un buen baño,
nada reemplaza a vestirse y emprender el día,
nada reemplaza a lograr algo en tu día,
nada reemplaza a observar tu logro,
recordar tu persona amada, la caminata, el abrazo
y pensar en ello.

Carta abierta del Sindicato de Obreros Portuarios a la poetisa Emily Dickinson

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del libro “Unidos contra Drácula”, Luis Pescetti; Loqueleo

Señora Dickinson, porque sabemos ser corteses, en ocasión de que la hija del compañero García le comentara unos versos suyos que oyó en la escuela:

Multiplicar los muelles
no disminuye el mar.

El compañero los trajo a la asamblea. Por un lado estamos con elecciones en el sindicato y, por otro, en plena negociación con la patronal, ¿me entiende?
– ¿A qué se mete ésta? alzó la voz más de uno.
En este país, señora Dickinson, hay treinta mil obreros portuarios, treinta mil familias… no es que los puertos dan lo mismo, ¿me entiende?
– ¡Si la Dickinson quiere decir que el misterio es irreductible que lo diga así y listo!
– ¡Si la pena no se alivia con palabras ni poemas… que lo diga así! ¡¿Para qué nos empioja a nosotros?!
Apoyaron otros compañeros.
– Si ella estuviera en un algo de poesía y le caemos a decir: “Bla bla bla bla bla…” , mientras leen, no les gustaría.
Ahí hubo que calmar a los compañeros, no sé si me explico. Algunos ya se estaban parando, nos llevó un rato.
– Además el mar seguirá igual de grande, pero de los puertos salen embarcaciones para navegarlo (aplausos)… gracias a los puertos hay dónde lanzarse a la mar (más aplausos)… y tener un lugar de regreso,(más y más aplausos)… gracias a los puertos el mar… el mar sigue igual de grande… pero es un mar amigo.
Ahí los compañeros se pusieron de pie con los ojos envueltos en lágrimas… porque todos tenemos algún compañero que murió en una tempestad, ¿me entiende? Ahí uno siente que ni los barcos, ni los puertos, ni nada ayuda nada.
Pero, entonces, un compañero preguntó si eso no venía a ser lo que usted dice de las palabras y la vida o del misterio. Se produjo como un murmullo. Se leyó de nuevo, y se hizo un silencio que ni le digo.
Y mire que los compañeros son gente acostumbrada al trabajo rudo, no sé si me explico. Y ahí los tenía, Emily, con la cabeza baja, las manos cruzadas al frente. En ese mar de silencio, perdón si me meto en lo suyo, todos nos incorporamos, y un compañero, con un puño en la garganta, que en nuestro medio podría ser otra cosa, pero me refiero a que con la voz emocionada pronunció:
– No… aumentar los puertos no disminuye el mar.
Como diciendo que uno busca una seguridad que es imposible, y uno se engaña, Emily, nos la jugamos igual todos los días.
– ¡Viva la compañera Dickinson!
Gritó otro, y la asamblea le dedicó un aplauso de brazos alzados. Y es por lo que se le extiende la presente, Emily, como testimonio a su sensibilidad hacia la lucha cotidiana y la vida de un trabajo como el nuestro, que nunca se reconoce. Y por resolución F233/12 se la incorpora en las firmas documentales.
Con respeto la saluda

Faustino Gasso
Prosecretario Adjunto del Sindicato Nacional de Obreros Portuarios
Multiplicar los muelles
no disminuye el mar.

Ojos que me ven

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del libro “Unidos contra Drácula”, Luis Pescetti; Loqueleo

 

Uno

A veces mi cuerpo no me gusta, y no me gusto.
En algunas fotos, y más: en filmaciones.
Despierto sacudido: me veo con los ojos de quienes
me dejarían pasar sin elegirme.
Mi cuerpo es un error, se equivocó, por su culpa no van a quererme.
Estoy atado, obligado, tallado en mi cuerpo.
Mi enojo puede dar golpes en almohadones, patear puertas,
o callar furioso; cuando me canso
sigo atado, unido, tallado en mi cuerpo.
Voy a pintarme, a raparme, a cubrirme, a poner otras fotos,
voy a tatuarme, a poner otro nombre en mi perfil
porque ahí sí soy yo.
Ahí me reconozco, ahí me parezco, ése sí que soy.
Más que el del espejo.

Paciencia, paciencia,
hay paciencia en los ojos del burro mudo de mi cuerpo.
Él quisiera que lo quiera, que no mire deseando tener otro cuerpo,
recibe mis emociones como golpes de vara.
Los dos encerrados entre las cuatro paredes de quien soy, mintiendo.
Lo llevo, lo llevo aquí y allá. A lo de un amigo, a correr, a la mesa,
a casa, a un sándwiche,
a la cama… lo llevo, como lleva el carrero al caballo que lo tira.
Me olvido o sueño y creo que soy otro, hasta que una foto
o una filmación me despiertan, y evito algunos ojos,
como evito a veces los míos, que
ya podrían mirar
con más bondad.

 

Dos

Un atento pedido a la ciencia o a la magia: quisiera tener
los ojos de Papá Noel,
los de mi madre,
o los del Buda,
los del más bueno de los curas o de la más amorosa enfermera,
los de quien más me quiere.
Quisiera ponerme sus ojos
y verme con su mirada.
Sentir qué se siente al verme
aceptado.
Salir a la calle sabiendo que así me veo.
Entrenar y entrenar con su mirada
aprender, hacerla mía.

Va a estar buenísimo, va a estar buenísimo.
Nadie se dará cuenta.
Va a estar buenísimo.
Me imagino por la calle,
en reuniones, y nadie, nadie, nadie notará la diferencia:
pero yo estaré mirando todo
con los ojos de quienes más me quieren.

© 2011 Luis

Canción a dos voces (padre e hijo)

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del libro “Unidos contra Drácula”, Luis Pescetti; Loqueleo

– Barco se escribe con be larga.

– Tiempo se escribe con reloj.

 

– Árbol se escribe sin la hache.

– Ventanal se escribe con jardín.

– Pozo se escribe con la zeta.

– Hijo se escribe con jugar.

 

– Mirra se escribe con dos erres.

– Beso se escribe con placer.

 

– Lejos se escribe con jota.

– Puente se escribe con orillas.

 

– Música se escribe con acento.

– Y sorpresa se escribe con misterio,

misterio dónde vengo,

origen con lugar,

pasear con geografía,

mirada con risa…

 

– ¡Momento, por favor! ¿Me dejás descansar?

– Que se escribe con silla.

(c) Luis Pescetti

Pero más

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del libro “Unidos contra Drácula”, Luis Pescetti; Loqueleo

Casi todo lo que veo
lo quiero tocar,
pero más: el mar.
Pero más tu cara
que te quiero, quiero
y quiero.

Casi todo lo que veo
lo quiero tocar,
pero más: el cielo.
Pero más tus labios,
que te quiero, quiero
y quiero.

Casi todo lo que veo
lo quiero tocar,
pero más: la lluvia.
pero más tu mano,
que te quiero, quiero
y quiero.

Casi todo lo que veo
lo quiero tocar,
pero más: tus ojos
y más: tu cabello,
y más cada palabra
que dice tu aliento.

© Luis Pescetti

foto: Mateo Oviedo


Canción a dos voces (padre e hijo)

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del libro “Unidos contra Drácula”, Luis Pescetti; Loqueleo

– Barco se escribe con be larga.

– Tiempo se escribe con reloj.

 

– Árbol se escribe sin la hache.

– Ventanal se escribe con jardín.

– Pozo se escribe con la zeta.

– Hijo se escribe con jugar.

 

– Mirra se escribe con dos erres.

– Beso se escribe con placer.

 

– Lejos se escribe con jota.

– Puente se escribe con orillas.

 

– Música se escribe con acento.

– Y sorpresa se escribe con misterio,

misterio dónde vengo,

origen con lugar,

pasear con geografía,

mirada con risa…

 

– ¡Momento, por favor! ¿Me dejás descansar?

– Que se escribe con silla.

(c) Luis Pescetti

Pero más

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del libro “Unidos contra Drácula”, Luis Pescetti; Loqueleo

Casi todo lo que veo
lo quiero tocar,
pero más: el mar.
Pero más tu cara
que te quiero, quiero
y quiero.

Casi todo lo que veo
lo quiero tocar,
pero más: el cielo.
Pero más tus labios,
que te quiero, quiero
y quiero.

Casi todo lo que veo
lo quiero tocar,
pero más: la lluvia.
pero más tu mano,
que te quiero, quiero
y quiero.

Casi todo lo que veo
lo quiero tocar,
pero más: tus ojos
y más: tu cabello,
y más cada palabra
que dice tu aliento.

© Luis Pescetti

foto: Mateo Oviedo

Ábrete Sésamo

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Paul Gauguin: tahitianas

Ábrete Sésamo

del corazón,

cueva de Alí Babá.

Gruta que esconde

un tesoro

traigo la llave

del cofre.

 

Ábrete Sésamo

del corazón,

cueva de Alí Babá.

Gruta que esconde

un secreto,

traigo la fórmula

mágica.

 

Ábrete Sésamo

del corazón,

cueva de Alí Babá.

Gruta que esconde

recuerdos tristes

traigo una página

en blanco.

 

Ábrete Sésamo

del corazón,

cueva de Alí Babá.

Gruta que guarda

tantos intentos,

traigo un aljibe

de tiempo.

 

©, 2011, Luis Pescetti

 

Carta abierta del Sindicato de Obreros Portuarios a la poetisa Emily Dickinson

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del libro “Unidos contra Drácula”, Luis Pescetti; Loqueleo

Señora Dickinson, porque sabemos ser corteses, en ocasión de que la hija del compañero García le comentara unos versos suyos que oyó en la escuela:

Multiplicar los muelles
no disminuye el mar.

El compañero los trajo a la asamblea. Por un lado estamos con elecciones en el sindicato y, por otro, en plena negociación con la patronal, ¿me entiende?
– ¿A qué se mete ésta? alzó la voz más de uno.
En este país, señora Dickinson, hay treinta mil obreros portuarios, treinta mil familias… no es que los puertos dan lo mismo, ¿me entiende?
– ¡Si la Dickinson quiere decir que el misterio es irreductible que lo diga así y listo!
– ¡Si la pena no se alivia con palabras ni poemas… que lo diga así! ¡¿Para qué nos empioja a nosotros?!
Apoyaron otros compañeros.
– Si ella estuviera en un algo de poesía y le caemos a decir: “Bla bla bla bla bla…” , mientras leen, no les gustaría.
Ahí hubo que calmar a los compañeros, no sé si me explico. Algunos ya se estaban parando, nos llevó un rato.
– Además el mar seguirá igual de grande, pero de los puertos salen embarcaciones para navegarlo (aplausos)… gracias a los puertos hay dónde lanzarse a la mar (más aplausos)… y tener un lugar de regreso,(más y más aplausos)… gracias a los puertos el mar… el mar sigue igual de grande… pero es un mar amigo.
Ahí los compañeros se pusieron de pie con los ojos envueltos en lágrimas… porque todos tenemos algún compañero que murió en una tempestad, ¿me entiende? Ahí uno siente que ni los barcos, ni los puertos, ni nada ayuda nada.
Pero, entonces, un compañero preguntó si eso no venía a ser lo que usted dice de las palabras y la vida o del misterio. Se produjo como un murmullo. Se leyó de nuevo, y se hizo un silencio que ni le digo.
Y mire que los compañeros son gente acostumbrada al trabajo rudo, no sé si me explico. Y ahí los tenía, Emily, con la cabeza baja, las manos cruzadas al frente. En ese mar de silencio, perdón si me meto en lo suyo, todos nos incorporamos, y un compañero, con un puño en la garganta, que en nuestro medio podría ser otra cosa, pero me refiero a que con la voz emocionada pronunció:
– No… aumentar los puertos no disminuye el mar.
Como diciendo que uno busca una seguridad que es imposible, y uno se engaña, Emily, nos la jugamos igual todos los días.
– ¡Viva la compañera Dickinson!
Gritó otro, y la asamblea le dedicó un aplauso de brazos alzados. Y es por lo que se le extiende la presente, Emily, como testimonio a su sensibilidad hacia la lucha cotidiana y la vida de un trabajo como el nuestro, que nunca se reconoce. Y por resolución F233/12 se la incorpora en las firmas documentales.
Con respeto la saluda

Faustino Gasso
Prosecretario Adjunto del Sindicato Nacional de Obreros Portuarios
Multiplicar los muelles
no disminuye el mar.

Ojos que me ven

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0
0

del libro “Unidos contra Drácula”, Luis Pescetti; Loqueleo

 

Uno

A veces mi cuerpo no me gusta, y no me gusto.
En algunas fotos, y más: en filmaciones.
Despierto sacudido: me veo con los ojos de quienes
me dejarían pasar sin elegirme.
Mi cuerpo es un error, se equivocó, por su culpa no van a quererme.
Estoy atado, obligado, tallado en mi cuerpo.
Mi enojo puede dar golpes en almohadones, patear puertas,
o callar furioso; cuando me canso
sigo atado, unido, tallado en mi cuerpo.
Voy a pintarme, a raparme, a cubrirme, a poner otras fotos,
voy a tatuarme, a poner otro nombre en mi perfil
porque ahí sí soy yo.
Ahí me reconozco, ahí me parezco, ése sí que soy.
Más que el del espejo.

Paciencia, paciencia,
hay paciencia en los ojos del burro mudo de mi cuerpo.
Él quisiera que lo quiera, que no mire deseando tener otro cuerpo,
recibe mis emociones como golpes de vara.
Los dos encerrados entre las cuatro paredes de quien soy, mintiendo.
Lo llevo, lo llevo aquí y allá. A lo de un amigo, a correr, a la mesa,
a casa, a un sándwiche,
a la cama… lo llevo, como lleva el carrero al caballo que lo tira.
Me olvido o sueño y creo que soy otro, hasta que una foto
o una filmación me despiertan, y evito algunos ojos,
como evito a veces los míos, que
ya podrían mirar
con más bondad.

 

Dos

Un atento pedido a la ciencia o a la magia: quisiera tener
los ojos de Papá Noel,
los de mi madre,
o los del Buda,
los del más bueno de los curas o de la más amorosa enfermera,
los de quien más me quiere.
Quisiera ponerme sus ojos
y verme con su mirada.
Sentir qué se siente al verme
aceptado.
Salir a la calle sabiendo que así me veo.
Entrenar y entrenar con su mirada
aprender, hacerla mía.

Va a estar buenísimo, va a estar buenísimo.
Nadie se dará cuenta.
Va a estar buenísimo.
Me imagino por la calle,
en reuniones, y nadie, nadie, nadie notará la diferencia:
pero yo estaré mirando todo
con los ojos de quienes más me quieren.

© 2011 Luis

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